sábado, 30 de noviembre de 2013

NIMBIN y su "magia"


Mucha gente nos los recomendó.


Es un pueblito de una cuadra, alejado de la playa con pocos habitantes y en su mayoría hippies. Use tantas veces este termino en los últimos relatos que ya creo que le hice perder el sentido. Pero para volver a encontrarlo, volvamos a esta definición: 

Se llama hippie, hippy o jipi1 a un movimiento contracultural, libertario y pacifista, nacido en los años 1960 en Estados Unidos, así como también a los seguidores de dicho movimiento. Los hippies escuchaban rock psicodélico, groove y folk, abrazaban la revolución sexual y creían en el amor libre. Algunos participaron en activismo radical y en el uso de marihuana y alucinógenos como el LSD y otras drogas con la intención de alcanzar estados alterados de conciencia; en realidad una forma de rebelarse por la homogeneidad de conceptos que ofrece el sistema. También buscaron formas de experiencia poco usuales en esos tiempos, como la meditación. Debido a su rechazo al consumismo solían optar por la simplicidad voluntaria, ya sea por motivaciones espirituales-religiosas, artísticas, políticas, y/o ecologistas.

Los habitantes de Nimbin tienen mucho de esto pero arrastran también las consecuencias resultantes de llevar esta filosofía de vida más de 50 años, luchando contra el sistema, la sociedad y los efectos secundarios de la droga. A lo que voy es que suena tentadora la propuesta al mundo hippie pero es verdad también que el hippie feliz que imagina el hombre de ciudad no es
tan feliz como de verdad se cree. En muchos casos, la soledad, la perdida de lucidez y el resentimiento a años de criticas los lleva a la violencia.

Nos habían contado que era una linda experiencia pasar un día ahí, vivir el ambiente, volar un rato.

Pero hoy, después de haber pasado 24 horas en Nimbin solo deseo poder volver a West End por un día para decirle a ese fotógrafo que conocí esa noche en The End, que había vivido 4 años en Nimbin, que tiene razón. Nimbin puede ser el paraiso como también el infierno.  Y así fue mi experiencia, mitad del día en uno y mitad del día en otro.

INFIERNO

Llegamos. Estacionamos la van. Agarramos la camara y salimos a recorrer. Hermoso lugar. Rústico. Lleno de personajes, dueños de las calles. Recorrimos toda la cuadra, entramos a cada lugar. Saludamos a los vecinos; varios nos dieron la bienvenida, varios nos miraron raro. Cuando terminamos la recorrida nos sentamos en un café. Ahí vale todo, todo es legal, o por lo menos ellos lo hacen ser. El café estaba lleno de locales, eramos las únicas “turistas”. Justamente como se respira libertad, o mas bien anarquía, me sentí libre de sacar fotos. Un viejo me empezó a hablar. Divino. Se llamaba Andrew. Me manifesto sus respetos por mi trabajo y me pidió que le muestre la foto que le acababa de sacar. 

“You have a beautiful concept of beauty” me dijo. Segui sacando fotos como si todos estuvieran posando para mi. Hasta que escucho: “Excuse me lady” Miro y era dos señoras en sus 50s. Bien locales. Una pelo larga blanco, vestida con trapos, cara tatuada. La otra, aborigen, tez negra y rulos. Me señalan con el dedo índice y vuelven a gritar: “Excuse me lady”. Me hago la desentendida y respondo:” Me?” , me retrucan, “Yes, who else? Come here.” Me corrió un escalofríos por el cuerpo. Me hacen sentarme en su mesa, Me miran bien fijo y desafiante y me dicen de muy mala forma que era una irrespetuosa por sacar fotos sin pedir permiso. La aborigen se empieza a poner agresiva: “You dont know me, you dont know who I am, what I been from”.
 Aunque les pido perdon y les explico que soy fotógrafa, no les importa y la situación se pone aun mas tensa. Ahí es cuando entra una tercera mujer, que para apaciguar las aguas, me hace traer la camara y mostrarles las fotos. Mi mente estaba en blanco, solo escuchaba ecos. Les doy mi camara y me hacen borrar sus fotos.

Cuando pense que la tortura había terminado, me obligan a ir a preguntarle a cada persona en el café a la que le había sacado fotos, si podía quedarme con la toma o querían que la borre. Dificil explicar la humillación que senti al caminar entre las mesas, pidiendo permiso, exponiendo mi intimidad, ahogada en miradas de juicio. 

Por suerte, menos esas tres señoras, todos reaccionaron bárbaro. Algunos me felicitaron, otros no dijeron mucho pero me miraron con ojos cómplices haciendome saber que estaba todo bien.

Cuando termine la recorrida de humillación me sente en la mesa de nuevo. No pensaba irme hasta terminar mi café tranquila. Me cayeron un par de lágrimas. Cali me agarraba la mano estallando de bronca. No aguanto y se dio vuelta a mirarlas fijo. Para los que no conocen a Cali, tiene los ojos mas grandes del mundo. Nunca la vi usarlos con odio, siempre sus miradas estan llenas de amor, pero la situación fue tan intensa que por primera vez apuntó de otra forma. “Whats ur problem? Why r u staring at me?” Cali no contestaba, solo sostenía la mirada. Yo al lado, apretandole la mano para que pare pero al mismo tiempo orgullosa de la fuerza de ese cuerpito tan chiquitito y su convicción para defender sus valores y los mios. La situación explotaba de tensión hasta que Cali les hizo “hombritos” de “que me importa” y le saco la mirada de encima.

Igualmente, no nos fuimos. Nos quedamos 15 minutos mas haciendoles saber que nos ibamos a ir porque queriamos y no porque ellas nos habían hecho sentir tan mal. Cuando estuvimos listas, agarramos nuestras cosas y nos levantamos tranquilas, sin mirar atrás, como si nada hubiera pasado.

Yo necesitaba ir a la van a hacerme bolita y escuchar música. No se como se leera esta situación desde afuera pero fue muy intensa.

 Ahora viene la parte de aclarar que no me estoy encontra de la petición de esas señoras. Tengo clarisimo que me dedico a “robarles” un poquito de intimidad a la gente en las calles para hacer de eso arte y corro el riesgo de enfrentarme a que no quieran darmela. Y me parece perfecto. Cada uno hace de su imagen y su vida lo que quiere. Me ha pasado otras veces de molestar, y hay situaciones en las que pido perdon y sigo caminando. Hay otras en las que borro las fotos. Son cosas que pasan. Lo que “dolió” de esta historia fueron las formas. La violencia verbal y casi corporal (mas que nada manejo de manos y miradas). La energía que me transmitieron esos seres me dejo dura por varias horas. Mas fue la sorpresa de pensar encontrarme personajes firmes en su filosofía de paz y amor con algo que enseñarme. Pero de estos solo me lleve violencia y humillación. Eran fotos simples. Eran fotos de ellas tomando un café. No me meti en un callejón y las capture clavandose unos ácidos. Solo me llamo la atención sus pelos, sus tatuajes de época y su vestimenta.

 En fin, me hicieron sentir mal. Eso es lo que no entiendo. Hay tantas formas de comunicar diferentes ideas, malas o buenas, pero la violencia es el peor camino. Si me hubieran sentado en la mesa y me hubieran dado un sermon con fines de lección, todo sería disitinto. Me senti muy débil llorando, pero fue un quiebre a la armonía que venía manejando estos últimos meses.

Así fueron los acontecimientos y como todo, por algo fue. Fue un trago amargo que pudo pasar después de una buena siesta con música de fondo.

PARAISO

Poniendo todo en una balanza, las 23/22 horas que restaron del día fueron como vivir en el paraiso. Dejando de lado la intensa situación, conocimos personajes adorables con mucho para enseñar y para contar. Como era viernes, todos los instrumentos de percusión salieron a tocar a la calle. No eramos mas de 30 personas, pero todas bailaban y se movian al ritmo de los tambores.

Nos sentamos con Claudy, hombre de unos aprox 60 años, bien local. Lleno de amor. Quería charlar. Quería que le contemos de Argentina, quería que le hicieramos todas las preguntas que queramos. Era fanático de los juegos de mano. Ejemplo, en medio de una historia te interrumpía, te agarraba la mano y empezaba una guerra de pulgares.

También conocimos al hombre de la barba roja y camisa de jean, al panzon vizco y borracho, a la pareja de duros, a la que no tenía dientes pero tenía un perro, al bebe que quisiera tener y a esa pareja de jóvenes mujeres que experimentaron su primer beso lesbico frente a todos nosotros. Como no puedo detenerme a contar acerca de cada uno, me detengo en Richard.

Le dije a Cali: me gustaría saber como hacen todos los que estan tocando para saber cuando tienen que parar. Porque no era una  banda ni nada por el estilo, sino que gente que había sacado su instrumento a la calle e improvisaban ritmos increíbles. Y tocaban por 20 minutos, media hora, y de repente, todos paraban al mismo tiempo. Como si la canción hubiese terminado. Cali me dijo: preguntemos. Y se acercó a Richard. Aprox, cuarenta y pico, tambor entre las piernas. Divina persona. Nos explico varias cosas, pero en resumen, “todos sentimos cuando hay que parar”. Todos lo sienten, “The beat rules”. Estan todos tan conectados por la música, yendo hacia el mismo lugar. Cuando llegan, paran. Que increible no?

Cuando los tambores dejaron de sonar, la noche había terminado. Nos fuimos para la van y después de un día de manejo, peleas, verdes y música nos fuimos a dormir, finalmente, en paz.